domingo, 4 de septiembre de 2011

BLAISE PASCAL (1623-1662) 


Matemático, físico, escritor y filósofo es testimonio de la crisis desatada por la idea de un mundo infinito, tal como lo insinuaban el telescopio y los cálculos matemáticos: Le silence éternel de ces espaces infinis m’effraie, -el silencio eterno de esos espacios infinitos me sobrecoge-, escribe. Si la razón no entiende el número infinito, ¿cómo comprender un mundo infinito? Mas la grandeza del hombre es el pensamiento; es débil como una caña, por su cuerpo: el mundo lo aplasta y no lo sabe. Pero el hombre es más grande que el universo: sabe que muere y que el mundo lo supera. -Por aquí hemos de elevarnos, y no por el espacio y la duración que no podemos llenar-. Al ser capaz de conocerse limitado, -el hombre supera infinitamente al hombre-. De ahí concluye Pascal: -El último paso de la razón es reconocer que hay infinidad de cosas que la superan; es flaca si no llega a conocer esto-.

Leamos una página de su obra póstuma, los Pensamientos, donde el joven filósofo francés expresa magníficamente la perplejidad ante la nueva imagen astronómica del mundo: 

-Que el hombre contemple, pues, la naturaleza entera en su alta y plena majestad; que aparte su vista de los objetos bajos que lo rodean. Que mire esa resplandeciente luz, puesta como una lámpara eterna para iluminar el universo, que la Tierra le parezca como un punto comparada con el inmenso recorrido que este astro describe, y que se asombre de que este gran recorrido no es más que un punto imperceptible al lado del que abarcan los astros que giran por el firmamento. Pero si nuestra vista se detiene ahí, que la imaginación vaya más allá; antes se cansará ella de concebir que la naturaleza de suministrar. Todo este mundo visible no es más que un trazo imperceptible en el amplio seno de la naturaleza. Ninguna idea se le aproxima. Podemos expandir nuestras concepciones hasta más allá de los espacios imaginables, sólo engendraremos átomos en comparación con la realidad de las cosas. Es una esfera infinita, cuyo centro está en todas partes, y la circunferencia en ninguna. En fin, uno de los mayores caracteres sensibles de la omnipotencia de Dios es que nuestra imaginación se pierde en este pensamiento.

-Que el hombre, volviendo a sí mismo, considere lo que es él comparado con lo que existe: que se mire como perdido en este rincón apartado de la naturaleza, y que desde esta pequeña celda en que se halla alojado, es decir este mundo visible, aprenda a estimar la Tierra, los reinos, las ciudades y a sí mismo en su justo valor. ¿Qué es un hombre en el infinito? ¿Quién puede comprenderlo?

-Pero, para presentarle otro prodigio igualmente asombroso, que busque las cosas más delicadas en aquellos que conoce. Que un pequeño insecto le ofrezca en la pequeñez de su cuerpo unas partes incomparablemente más pequeñas; sus patas con articulaciones, venas en sus patas, sangre en sus venas, humores en esta sangre, gotas en estos humores y vapores en estas gotas; que, dividiendo aun estas últimas cosas, agote sus fuerzas en estos conceptos, y que el último objeto al que pueda llegar, sea ahora el de nuestro discurso; pensará tal vez que ésta es la extrema pequeñez de la naturaleza. Yo quiero hacerle ver ahí dentro un nuevo abismo. Quiero pintarle no sólo el universo visible, sino aún todo lo que puede concebir sobre la inmensidad de la naturaleza, dentro del recinto de este átomo imperceptible. Que vea ahí una infinidad de universos, cada uno de los cuales tiene su firmamento, sus planetas, su tierra, en la misma proporción que el mundo visible; en esta Tierra los animales, y por último insectos, en los que encontrará lo que los primeros han dado; y hallando aun en las demás la misma cosa sin fin y sin reposo, que se pierda en estas maravillas, tan asombrosas en su pequeñez como las otras en su extensión; pues, ¿quién no se admirará de que nuestro cuerpo, que hace poco no era perceptible en el universo, imperceptible en el seno del todo, sea ahora un coloso, un mundo, o más bien un todo, en comparación con la última pequeñez a la que no se puede llegar?

-Quien se considere de esta suerte se asustará de sí mismo y, considerándose sostenido en la masa que la naturaleza le ha dado, entre estos dos abismos del infinito y la nada, de los que está igualmente alejado. Temblará a la vista de tales maravillas; y creo que cambiándose su curiosidad en admiración, estará más dispuesto a contemplarlas en silencio que a investigarlas con presunción.

-Porque, en fin, ¿qué es el hombre en la naturaleza? Una nada en comparación con el infinito, un todo en comparación con la nada, un medio entre la nada y el todo. Está infinitamente alejado de los dos extremos; y su ser no dista menos de la nada de donde está sacado, que del infinito en que está sumergido. 

2 comentarios:

  1. http://www.ministeriosprobe.org/docs/pascal-esp.html
    ay le dejo la pagina

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  2. esto no deberia ponerse otra vez, blaise pascal ya estaba en la primer entrada ADV

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